ADVERTENCIA: La descripción y las imágenes de esta historia pueden resultar perturbadoras.
Salimos de casa presas del pánico. Estábamos horneando pan cuando de repente vimos que las casas frente a nosotros estaban siendo bombardeadas una por una. Sabía que pronto sería nuestro turno. De hecho, habíamos preparado todo con anticipación y lo empacamos en bolsas, pero todo cambió tan repentinamente que nos olvidamos de llevárnoslo. Ni siquiera cerramos la puerta de entrada de la casa.
La mayor parte de mi familia -mi esposa Ahlam, mis cuatro hijos de dos, ocho, nueve y 14 años, mis padres, hermanas, hermanos y sus hijos- todos partimos juntos.
Caminamos durante horas y poco a poco me di cuenta de que teníamos que pasar por un puesto de control establecido por Israel durante la guerra. Estábamos nerviosos y mis hijos seguían preguntando: “¿Qué nos hará el ejército?”
Llegamos a un aparcamiento a aproximadamente un kilómetro del punto de control y nos unimos a una enorme cola de personas que cubría toda la carretera. Esperamos allí durante más de cuatro horas, durante las cuales mi padre se desmayó tres veces.
En una parte de la carretera, los soldados israelíes nos miraban desde entre las ruinas de los edificios bombardeados, y en otra parte de la carretera, que estaba completamente vacía, se veían soldados israelíes.
El número de soldados sobre nuestras cabezas aumentó a medida que nos acercábamos al puesto de control instalado desde una tienda de campaña en la cima de la colina. Pensamos que debían estar controlando remotamente el puesto de control desde donde estaban, porque nos miraban a través de binoculares y nos decían qué hacer por el altavoz.
Cerca de la tienda había dos contenedores de transporte con el frente y la parte trasera abiertos. Todos los hombres pasaron por un contenedor y las mujeres por otro, y en ambos contenedores había cámaras que nos vigilaban constantemente. Al pasar, los soldados israelíes nos pidieron nuestros documentos de identidad y nos tomaron fotografías.
Me recordó el Día del Juicio.
Vi a 50 personas detenidas cerca del puesto de control. Todos eran hombres y dos de ellos eran mis vecinos. Un joven también fue detenido porque perdió sus documentos y no recordaba su número de cédula. El hombre que estaba detrás de mí en la cola fue llamado terrorista por los soldados israelíes y se lo llevaron de allí.
A los detenidos se les pidió que se quedaran en ropa interior y se sentaran en el suelo. Luego los soldados israelíes dijeron a algunos de ellos que se vistieran y se fueran. Otros tenían los ojos vendados.
Personalmente vi a cuatro personas con los ojos vendados, incluidos mis vecinos. Luego fueron conducidos detrás de una duna de arena creada por un edificio derrumbado. Después de que los sacaron de la vista, escuchamos el sonido de disparos. No sabía si les dispararon o no.
Uno de mis compañeros de trabajo que vive en El Cairo se conectó con algunas personas que estaban en el mismo viaje que yo. Uno de ellos fue Kamal Alcoco, quien dijo que vio cadáveres después de pasar por el puesto de control hace una semana, pero que no sabía cómo murieron.
